Amo Japón. No es nada nuevo. La primera vez que estuve allí, me pareció el mejor viaje de mi vida, y volví con una cosa clara, volvería a ir a Japón algún día. También saqué algo más en claro, quería saber japonés. Eso fue hace 6 años.
Investigué cuales eran los mejores métodos para aprender japonés, y finalmente me decanté por “Kanji para recordar” de James W. Heisig.
El método de Heisig se basa en asociar una imagen o un cuento a cada uno de los Kanji, por lo que se evita tener que realizar una memorización visual de como se dibuja cada Kanji.
Este sistema hace que dibujar los Kanji al principio sea lento, pues tienes que recordar un cuento para cada uno. Pero poco a poco, según los vas practicando, acaban pasando a memoria visual, mejorando la velocidad, y sigues teniendo la ventaja de poder memorizar muchos más Kanji rápidamente.
La primera vez empecé con mucha ilusión. Aprendí unos 150. El problema fue que no seguí al pie de la letra las instrucciones de Heisig. Intenté memorizar por fuerza bruta, y acabé frustrado. El próximo viaje a Japón estaba muy lejos, y lo dejé de lado.
Pasaron los años. Se empezó a rumorear un nuevo viaje a Japón, y la motivación volvió. Empecé desde cero, y me ceñí a las instrucciones del libro. Llegué a los 300 caracteres, y aquí me topé con otro muro.
Y es que desde mi punto de vista, este método tiene un fallo fundamental: No ofrece un buen sistema de repaso.
Por cada nuevo Kanji que aprendes, tienes que crear una ficha de cartulina. Por delante tienes la imagen del Kanji, por detrás su palabra clave en Español y el cuento. Yo repaso 100 Kanji cada día, por lo que cuando tengo 100 fichas, no hay problema. Con 200, bueno, la cosa sigue siendo manejable. Con 300 empieza el agobio, y entonces piensas “¿Que pasará cuando tenga 1000 o 1500 fichas?”.
Y lo volví a dejar de lado. Ya sobreviví a un viaje sin saber Japonés, podría sobrevivir a otro.
El año pasado volví a Japón. Un viaje nuevamente maravilloso, pero me volvió a quedar una espinita clavada con el idioma. Esto no se podía repetir. Si volvía a Japón, lo cual esta claro que va a suceder :P, tengo que saber japonés sí o sí.
Así inicié mi tercer intento de aprender el idioma. Otra vez desde cero, de nuevo llegando a los 300 kanji, y estrellándome contra el muro. Lo que veis a la derecha son las 300 fichas que hice. Para mi son inmanejables. Difíciles de barajar para que lo que repaso sea aleatorio. Difíciles de transportar. Difíciles de gestionar en general.
¡Y solo son 300! Una pila de unos 8 centímetros. Cuando sean 2042, ¡¡¡serán una montaña de unos 50 centímetros!!!
Así que empecé a darle vueltas a un sistema alternativo. Evidentemente tiré hacía lo tecnológico. Lo que necesitaba era un programa que me permitiera realizar mi repaso diario. Como siempre, mi primer impulso es ponerme a programar algo en Java. Después me tranquilizo, y me pongo a buscar a ver si alguien ha tenido la misma idea y me ahorro el trabajo. Y por suerte así fue, más o menos…
El programa que encontré se llama KanjiGym y es el programa oficial del libro. Las grandes ventajas de esto, es que tiene todas las palabras clave en Español, tiene una interfaz gráfica bastante práctica y una biblioteca de Kanji con todos los que aparecen en el libro, además de animaciones de escritura de los trazos.
¿Desventaja? Que no es práctico para repasar, lo cual es un fallo bastante gordo en un programa de repaso… La única opción que ofrecen es un repaso aleatorio, pero eso no es práctico. Si yo se 200 kanji y repaso 100 al día, en dos días quiero haberlos repasado todos al menos una vez.
Pero la interfaz gráfica está bastante bien, y la biblioteca de kanji está completa… ¿y si lo decompilo y modifico para adecuarlo a mis necesidades? ¡Manos a la obra!
Decompiladores de Java hay unos cuantos, pero tras probar muchos, me quedo con el JD-GUI. Decompilo, meto las clases en el Eclipse, soluciono unos cuantos fallos tontos que siempre salen al decompilar un programa complejo, y voilà! el programa funcionando. Solo falla una cosa, las animaciones de dibujado de los trazos, pero como no me resulta imprescindible, lo descarto.
Tras muchas modificaciones y un uso intensivo obtengo el programa final.
El funcionamiento es sencillo, y se controla mayormente con la tecla de espacio. Aparece el Kanji, lo escribo en papel y presiono espacio. Compruebo si está bien escrito, y nuevamente espacio para confirmar que está bien y que aparezca el siguiente Kanji.
La gracia del programa es que comprueba cuanto tiempo me cuesta recordar y escribir cada kanji, y según el tiempo lo cataloga como fácil, intermedio o difícil. De esta manera, los dificiles los repaso cada día, mientras que los intermedios se repasan menos y los fáciles poco.
Me inspiré en un método que leí en internet, pero no consigo encontrar el enlace…
El caso es que el programa funciona. Ya no tengo que hacer las fichas de los kanji, lo que me da más tiempo para aprender nuevos caracteres. También machaco más los kanji más difíciles, o los que pueden confundirse con otros, por lo que puedo avanzar de manera constante. Y en las estadísticas veo como un mayor número de kanji van a la sección de los fáciles, lo que indica que estoy mejorando mi velocidad de escritura. En este mi tercer intento, ya llevo 1285 kanji aprendidos y sigo sumando!
Bueno, creo que como introducción ya me he pasado de largo. Hay más cosas que quiero comentar, como herramientas y enlaces útiles, pero creo que eso lo dejaré para otro artículo 😛